InMediTerraneum ’13

© Lola Iglesias

Slowtrack © Lola Iglesias

A finales del mes pasado se celebró la cuarta edición de In Medi Terraneum, el Festival Internacional de Videoarte que se desarrolla a la vez en Argentina, Uruguay, Colombia, Grecia, Italia y España. Esto fue lo que dio de sí. 

Nunca más que ahora se hace necesaria una cultura alternativa. Los medios disminuyen y la demanda se multiplica. Es un hecho. La cultura importa. Con matices de distinta índole, evidentemente, pero siempre entendida como un oasis en mitad de un desierto que ahora viste los ropajes de una feroz crisis financiera, que no es sino el resultado lógico del escapismo y la aglomeración de ladrones de guante oscuro en un mismo lugar que hemos convenido en llamar civilización democratizada. Nada más lejos de la verdad, aunque no seré yo quien haga acopio de esputos y miasmas en un intento forzado por explicar toda esta amalgama de inocencia, maldad y cobardía. No señor.

Me propongo escribir de arte y espíritu colaborativo, de oxígeno sin camisas de fuerza, de proyectos fantásticos que se suceden en algunas ciudades, vengo a hablarles, en definitiva, de esa fórmula tan en alza (y esperemos que no por mucho tiempo más) del “por amor al arte”. El amor lo encarnan las personas y de la traducción plástica se encarga el videoarte. In Medi Terraneum es un Festival Internacional Simultáneo de Videoarte que nació en 2010 y cuenta en su haber cuatro ediciones. Su última edición tuvo lugar los pasados días 28, 29 y 30 de noviembre. El formato es sumamente original, ya que incidiendo de manera más o menos transversal con focos estratégicos en los que no confluyen los circuitos patronímicos del arte contemporáneo, se presentan tres jornadas por y para el videoarte, con proyecciones de las piezas, master classes, talleres donde desarrollar técnicas creativas digitales derivadas del Art Media, este año además estaba el primer Foro en España sobre la materia…, para clausurar la cita con una sesión simultánea de DJ y VJ donde se aprovechaba para contactar con los distintos puntos del mapa convocados.

Las sedes son seis: Argentina (Córdoba), Colombia (Bogotá), España (Madrid), Grecia (Atenas), Italia (Favara) y Uruguay (Montevideo). Según fuentes del Festival, este año han concurrido a la convocatoria centenares de obras, lo que ha incrementado el valor de la visibilidad de los seleccionados. Por lo tanto, un total de ocho piezas de videoarte (contando dos menciones especiales) que nada tenían en común entre sí. Buen principio. “La cultura es el lugar de la búsqueda de la unidad perdida. En esta búsqueda de la unidad, la cultura, como esfera separada, está obligada a autoaniquiliarse”, decía Debord en su ensayo sobre La sociedad del espectáculo. No sabemos si a autoaniquilarse, pero lo que sí sabemos es que se trata de un acto efímero. Efímero en tanto reproductible, que diría esta vez Walter Benjamin. El videoarte, más que cualquier otro arte, refleja de manera fidedigna el paradigma de las sociedades actuales.

Se trata de una manifestación inmediata, breve e impactante. Cada vez más, el consumidor se ha mostrado más proclive al presentismo, a esa fiebre de la velocidad que no permite detenerse ante nada, ni ante el tiempo. El videoarte es, en este sentido, un espejo donde vernos reflejados. E incluso, así y todo, resulta curioso que todavía cueste tanto esfuerzo integrarlo en algunas exposiciones de mayor calado. Desde IMT se propone una integración sin fricciones, un sistema de adecuación a la medida de la norma sin desbaratar por ello el discurso del arte, que es en última instancia lo que importa. ¿O no? El lugar que acogió estas dos primeras jornadas fue La Trasera, el legendario espacio expositivo de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, aunque para la traca final había preparada una sorpresa.

Las obras seleccionadas se debatían entre el esteticismo decadente de First Rust (Katerina Katsoura, Grecia) que planteaba la percepción la vejez por parte del ser humano; el preciosismo de Lost in a glass of water (Cinzia Sarto, mención especial de Italia) que nos inundaba a través de un mapa sonoro acuoso y delicado; el discurso árido y antipático de los lugares no transitados dentro de la ciudad (Calixto Ramírez, Italia); pasando por el vídeo de carácter crudo y documental como Über uns / Sobre nosotros (Javier Velázquez Cabrero, España) cuyo contenido hiela dada su rabiosa actualidad, la de personas integradas que se ven obligadas a pedir ilegalmente en un vagón de metro aprovechando el despiste de la seguridad privada de los transportes públicos, sólo que ahora se ha escogido a un padre de familia español y se han trasladado con él al metro de Stuttgart para recaudar en un día la cantidad que se abonaría después al Tesoro Español como tributo del pueblo alemán. También pudieron verse piezas como las de NobodyLovesMe (Diego de los Campos, Uruguay) en las que una Barbie acaba siendo presa de su propio petróleo, La habitación infinita (Christian Delgado; Nicolás Testoni, Argentina) o Utopila #2 (Diego Alejandro Garzón, Colombia), amén de otra sugerentísima mención especial, la de Colombia, firmada por Tatyana Zambrano y Roberto Ochoa con el título de Clutch.

© Mario S. Arsenal

En el espacio La Trasera (BBAA) © Mario S. Arsenal

Mejor no lo pudo resumir Jean-Luc Nancy: “Estar en el mundo es todo lo contrario de estar en un espectáculo”. Estar en el mundo, el famoso in der Welt sein de Heidegger, cuya traducción no ha encontrado aún consenso entre los estudiosos, es estar dentro, mientras que estar en un espectáculo es estar delante. Tal vez el videoarte nos arroja a ser parte del espectáculo sin capacidad de involucrarnos, tan sólo como agentes contemplativos. Pero convendría no olvidar que ya nos empuja a reflexionar desde la frustración que nos produce, que ciertamente no es poco. He aquí el modo para diferenciarlo de un sencillo anuncio de televisión en el que dicho espacio queda, este sí, tiránicamente aniquilado por completo. Sin embargo no es momento de deslindarnos por esos derroteros, así que dejamos la cuestión para sociólogos o antropólogos del arte.

Viernes y sábado tuvo lugar el Foro, un espacio de encuentro y debate que congregó a algunos artistas y distintos agentes del arte contemporáneo. Entre lo más señalado, la presencia de dos colectivos estéticamente opuestos como son Paupac Azul LRM Performance. Mostraron sus trabajos y finalmente llegaron a crear un diálogo en abierto con sus distintos modos de concebir la creación audiovisual. Si los primeros acaban confiando en el marco porque su producción está pensada desde el soporte de auriculares y pantalla, los segundos pretenden romper con dicha ley y expandir su experiencia artística más allá de un monitor pixelizado. Interesante confrontación de elementos estéticos. Pero también hubo tiempo para charlar con Semíramis González Javier González Panizo, ambos residentes del arte contemporáneo, si bien habitantes desde muy distintas perspectivas.

Con ellos hablaron sobre videoarte, sobre referentes, sobre el significado de todo este embrollo conceptual, y quedó patente una cosa. Todavía no está muy claro qué es arte y qué es vida, y si el arte es una u otra como defendió maravillosamente Thomas Mann, o si la vida no es arte como propugnaba Wilde… En fin, como decía antes, a la vista está, un embrollo de tres pares de narices, pero siempre enriquecedor en cuanto vivo (esto no lo diría ni Benjamin ni Debord ni Nancy).

Digna de mención es la master class que Antonio Muñoz Carrión, catedrático de Sociología de la UCM, nos regaló en esa gélida mañana de viernes. El eje desde el que pivotó su intervención fue el “fuera de lugar”, quién sí y quién no está en el ámbito, los motivos, las razones, las causas, en fin, un recorrido de enfoque antropológico que ayudó a los madrugadores a entrar en calor sináptico. Después Andrés F. Duarte impartió un taller de introducción sobre Arduino y Puredata, distintos hardwares que todavía nos parecen propios de la ciencia-ficción, con un sinfín de posibilidades y de aplicaciones live. Algunos aún tenemos visiones con alguna de las herramientas que utilizó, como el acelerómetro, una piececita de apenas 2 cm con la que conseguía manipular analógicamente el movimiento de maquetas 3D y viceversa. Un tipo de magia extraordinaria, vaya. Pero aquí no termina todo.

© Mario S. Arsenal

Montaje general en La Trasera (BBAA) © Mario S. Arsenal

El sábado la sede de IMT en Madrid se trasladó a Slowtrack, un espacio híbrido a medio camino entre una galería de arte y un centro de exposiciones en el que todavía hay hueco para descansar en la cocina o ver obras de arte en alguna de sus habitaciones. Un lugar verdaderamente sugerente que les recomendaría no perder de vista. El patrocinador falló, lástima, pero no así lo más importante: la gente. Como les decía, la cultura importa. Si no, ¿cómo demonios se explica que se reúna tanta gente en un mismo lugar para ver piezas de arte que podría ver en su casa? ¿El fenómeno de las redes social acaso? No lo creo.

El directo emociona, el tacto entusiasma al ser humano y el sabor de la compañía siempre es un valor en alza por más que nos empeñemos, por poner un caso, en el desarrollo tecnológico de mensajería privada con drons. En fin, mundo hipermoderno aparte, la sesión dio comienzo con conexiones en Favara (un pueblecito en la provincia de Agrigento, al sur de Sicilia), Córdoba y Bogotá. En Atenas hubo algún imprevisto logístico que dificultó la conexión, pero fuentes del evento nos confirmaron que una vez más esta sede se erigió en la más dinámica del Festival. Imagínense a más de 200 personas bailando con auriculares, en silencio, disfrutando al unísono sin palabra alguna. Eso fue Atenas, pero desde el resto de ciudades, nos quedamos sin verlo. La clausura en Madrid corrió a cargo de DJ Vulker y Kurly VJ que proyectaron simultáneamente los vídeos seleccionados.

En definitiva, qué sabemos nosotros de la veracidad de las teorías de Benjamin, Debord o Nancy. La necesidad se apodera de todo, incluso del arte. No gozamos de ningún paraíso prometido en el que resguardarnos del frío, alternativas como estas son de lo mejor que está produciendo este terrible momento financiero. Y todavía hay más, porque mientras otros certámenes cobran su entrada diaria, en IMT mantienen su filosofía no lucrativa permitiendo el acceso gratuito los tres días del festival. Más alto no lo puedo decir. Larga vida al arte y a la gente que lo ama.

Artículo publicado en El Asombrario & Co.

forosur_cáceres_13, capital del Arte Contemporáneo

Fluxus ©Foro_Sur_Cáceres_13

Fluxus ©Foro_Sur_Cáceres_13

Estuvimos en la feria encuentro de agentes del arte contemporáneo, Forosur_Cáceres_13, durante todo un fin de semana en la ciudad extremeña. Esto fue lo que vimos en una Cáceres que seguirá acogiendo las propuestas más vanguardistas hasta el próximo día 24.

Después de la buena acogida por parte de los medios en su presentación en Madrid, las expectativas sobre el proyecto cultural de Forosur_Cáceres_13 eran halagüeñas. Y no era para menos después de ver la cantidad de actividades que había programadas para la cita. Ya se sabe que toda operación de gestión y administración del erario público se mira con lupa y, naturalmente, no faltará quien se empeñe en ver conspiraciones hasta en una hoja en blanco, pero lo cierto es que las jornadas han resultado ser un éxito. No sólo porque allí se dieran cita importantes nombres académicos, del galerismo o coleccionistas y académicos, sino porque Cáceres se engalanó de arte contemporáneo durante tres días en los que todo el espectro de agentes del arte tuvo la oportunidad de crear redes de comunicación que de otro modo hubiera sido imposible.

Josefa Cortés, directora gerente del Museo Vostell Malpartida, apoyando la iniciativa de este encuentro y reafirmando la validez de Forosur_Cáceres_13, confesó que existía la necesidad de más encuentros de este tipo y que las relaciones entre profesionales casi siempre son reducidas. Ángeles Baños, nombrada galerista de Badajoz, por su parte, afirmaba que de no ser por la asistencia a este tipo de ferias, ella misma sería una desconocida. Estamos en grado, por tanto, de considerar que todo dispendio hacia la cultura en general y en especial a la cultura contemporánea, nunca es en vano.

Quisimos ser cautos y precavidos para no caer en esa ilusión que deriva del entusiasmo, pero a medida que los días fueron pasando y gracias tanto a las actividades alternativas como a las propias exposiciones, nos fueron convenciendo de que lo que allí sucedía era cierto. La cultura vale su peso en oro. Un peso y un oro que nada tienen que ver con las financiaciones o el patrimonio, sino con el capital humano congregado, un valor a la alza sin estimación posible (incontable, por cierto) y de unas posibilidades infinitas en tiempo y espacio. Tuvimos el privilegio de charlar con artistas, coleccionistas y galeristas que nos narraron sus impresiones de manera sincera. El resultado fue que unos pocos se mostraban desilusionados por la escasa salida de sus obras, otros nos contaban con fervor la cantidad de personas con las que habían tomado contacto, de todo tiene que haber, pero la mayoría de ellos coincidió en que la venta no era el objetivo, que esta era una feria (se empeñaban en llamarla así, pero francamente no lo era) donde generar vínculos de mayor relevancia. Sonada fue la cantidad de proyectos futuros que de allí nacieron sin solución de continuidad, o gente que, descubriendo la ciudad de Cáceres, como era el caso del artista vasco Alain Urrutia, cerraron sus galerías (en este caso la Juan Silió) con un éxito de ventas apabullante y certificaron el potencial de este encuentro. El pecunio recaudado de las obras de arte, por lo general, han sido satisfactorio, más de lo que esperaban, lo cual no es sino una alegría doble, pero insistimos en que lo que Cáceres ha encerrado durante un largo fin de semana (empezó el viernes 25 de octubre pero se prolongará a lo largo de un mes más), es mucho más cuantioso.

Cáceres nos recibió con una lluvia apabullante, de esas que sin ánimo de amabilidad se cuelan hasta en las costuras de los zapatos. Una tromba de agua que sirvió de preludio a la fiebre ferial de los dos días siguientes. Después de la presentación con las respectivas autoridades en el Centro Cultural San Jorge, donde sigue estando instalada la exposición del Gabinete Estampa, y tras un cordial recibimiento en la Fundación MCCB (Mercedes Calles – Carlos Ballestero) donde nos agasajaron con generosidad, la Noche en Blanco se presentaba radiante. El agua dejó de dar la lata y algunos aprovechamos para patear el casco antiguo y ver las distintas exposiciones antes de medianoche. El primer lugar al que acudimos fue el Museo de Cáceres. El pozo de Cristina Iglesias, Pozo IV (variación 2), se colocó en el patio del museo provincial y, sin ánimo de desmerecer la pieza, no lucía como pudimos verlo en el 2011 en el Reina Sofía de Madrid. Posiblemente el espacio, íntimo pero angosto, amén de un zócalo que había de sortear en el pavimento y que engullía la mole cúbica de bronce a un nivel inferior, era demasiado embutido para una obra que requiere de cierta diafanidad. Muy sugerente a nivel plástico, otros la considerarán un tostón por la repetitividad mecánica de que hace gala en ocasiones, pero, en cualquier caso, lo que más nos sorprendió fue la propia Cristina Iglesias, que (no) brilló –y nunca mejor dicho– por su ausencia.

Espacio Vostell @Foro_sur_Cáceres_13

Espacio Vostell @Forosur_Cáceres_13

9915. MIRADAS ÍNTIMAS

Actuando como una interlocución perfecta de la obra en papel, esta exposición se compuso de una selección de dibujos procedentes de las colecciones de los socios que actualmente forman la Asociación de Coleccionistas 9915 presidida por Jaime Sordo. Tanto él como Chema de Francisco, director del Gabinete Estampa y comisario de este recorrido expositivo, hicieron hincapié, ya en la rueda de prensa en Madrid, que uno de los objetivos que contemplaba esta muestra no era otro que el de acabar con el halo de oscurantismo que la figura del coleccionista había arrastrado (y en cierto modo sigue arrastrando) durante décadas en España. Cuarenta obras sobre papel, distintos formatos de diferentes condiciones, Albert Gleizes (ya casi arqueológico), Natalia Goncharova, Le Corbusier, Julio González (no se suelen ver sus dibujos fuera de la abstracción), Oscar Domínguez, Kandinsky, incluso un dibujo de García Lorca (de la colección madrileña de Candela Soldevilla)…, pero también Elena Asins (muy presente en Cáceres en general), Sempere, Soledad Sevilla, Jose María Yturralde (inquietante siempre), José Manuel Ballester, Luis Lugan (maravillosa la obra de la colección Ars Citerior de Alicante) o Pablo Palazuelo, conformaron un entramado conceptual que obligaba a la Casa Palacio de los Becerra a dialogar amistosamente con el arte contemporáneo. La última sala la compusieron obras de Ignacio Uriarte (muy interesante), Plensa, Tony Oursler (enigmático), Dánica Phelps, Bridget Riley (fresca y colorista) o Karin Sander (a medio camino entre la genialidad y la ingenuidad humanas).

Un montaje de luz muy apropiado y un escenario histórico tan insólito como este fueron las bazas más positivas de esta primera exhibición de arte contemporáneo. Un itinerario artístico que pudo gustar más o menos pero que, sin embargo, fue agradable de recorrer y dulce de transitar.

GABINETE ESTAMPA

El Centro Cultural San Jorge se vistió de paredes blancas para congregar a 13 galerías de distintos puntos de España. Unos pasillos inmaculados trazados como si fuesen soldados de pladur apostados en el quicio de una entrada monumental, dieron paso a cada una de las galerías con sus propuestas correspondientes. Así, pudimos ver en Adora Calvo (Salamanca) la serie de dibujos de pequeño formato de Luis Gordillo, en Moisés Pérez de Albéniz (Madrid) apostaron por la obra de Miren Doiz con esas geometrías recubiertas que se debaten entre la violación y el esteticismo, en Cayón (Madrid) mostraron algunas de las obras más singulares de Marco Maggi, un acierto a pesar de que el pequeño formato no tuvo cabida para las más atractivas, o Rafael Ortiz (Sevilla), que trajo la ambiciosa serie de dibujos que Guillermo Pérez Villalta compuso para ilustrar una edición especial de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift. Ángeles Baños (Badajoz) por su parte ofreció una pequeña muestra de artistas emergentes con nombres como los de Daniel Martín Corona o Ignacio Bautista, al igual que hizo La New Gallery (Madrid) con Elena Fernández Prada que, a pesar de no obtener grandes ventas, dejó un especial sabor de boca entre los asistentes. Las galerías, también madrileñas, Freijo Fine ArtÁlvaro AlcázarPilar Serra y Rafael Pérez Hernando propusieron las obras de Vicente Rojo, Antonio Murado, José Manuel Ballester y Giorgio Griffa, respectivamente. El norte estaba representado por NubleJuan Silió (ambas de Santander) y Gema Llamazares (Gijón). La primera trajo a Miguel Palma y la segunda a un joven Alain Urrutia que salió del ruedo con dos orejas y el rabo (permítaseme el lenguaje taurino tan impropio, pero tan codificado). Gema Llamazares, sin embargo, cerró su apuesta con la obra siempre sugerente de José María Sicilia.

Evidentemente el abanico artístico había de rotar en torno a los centros de poder. Era natural que así fuese. Y en este sentido, el carácter centralista de la muestra quizás supuso un hándicap a la hora de ofrecer un panorama amplio y global del galerismo actual, pero, salvando lo salvable, el camino se trazó con claridad y esto ayudó a obtener una satisfacción general del recorrido.

©Foro_Sur_Cáceres

Fundación Helga de Alvear ©Forosur_Cáceres

SOBRE PAPEL

No sólo vinieron a Cáceres galeristas y coleccionistas forasteros; también los foráneos se sumaron a esta fiesta del arte contemporáneo. Su propuesta más firme la representaba, cómo no, la Fundación Helga de Alvear (ahora también Centro de Artes Visuales). Estrella de Diego comisaria esta muestra que dio comienzo en junio y que seguirá hasta enero de 2014. De todos es sabido que en Cáceres no abundan espacios expositivos como el que alberga esta Fundación, por lo que, felizmente, contribuyó al desarrollo de Forosur_Cáceres_13 de manera providencial. Dejando a un lado aspectos valorativos sobre la muestra, pues lo que Helga atesora es más bien un alarde de coleccionismo (formado o no con intuición o sensibilidad que nadie le discute), la exposición puso la guinda al pastel añadiendo y engrosando así el abanico de obra en y sobre papel. Grandes nombres y una generosa cantidad de obras fueron los rasgos a favor y en contra de este espacio que poco a poco se ha impuesto por sí mismo (no sin orgullo, la verdad sea dicha) como referente primero del arte contemporáneo y actual en la ciudad extremeña.

El sábado Cáceres despertaría dormida, sumida en una preciosa bruma capaz de embadurnar con sábanas de vapor el entramado urbanístico musulmán. Un laberinto que poco a poco fue abriéndose para dejar paso al acontecimiento más esperado del fin de semana, el concierto Fluxus que volvería a reunir a algunos de los más nombrados fundadores del movimiento junto al propio Wolf Vostell.

Pero antes de que Fluxus y el padre Vostell reaparecieran, nos quedaban las sesiones de debate entre tan animado elenco de participantes. Un día cargado de contenidos que se nutrió asimismo de los talleres (algunos, como el Cineforo, empezaron el mismo jueves) de restauración y conservación de obra en papel a cargo de Juan Antonio Sáez Degano (MNCARS), el de metodología impartido por los artistas Marta de Gonzalo y Publio Pérez Prieto, y el taller de grabado a cargo del artista portugués José Pedro Croft. Una iniciativa ya no sólo de exhibición, sino de formación y divulgación que obtuvo la simpatía de la ciudad de Cáceres a juzgar por el gran número de asistentes.

La primera conferencia, Crítica, comisariado y coleccionismo, ¿cuál es la relación?, corrió a cargo de Fernando Castro Flórez y Delfim Sardo, dos críticos de arte con un punto de vista muy distinto que maridaron a la perfección sus discursos para hacer de esta primera sesión matutina una agradable conversación a la que el público se sumó activamente. La figura del coleccionista, el dilema de coleccionar y cómo hacerlo o cuál es la posición exacta de la crítica de arte en el entramado social del arte, fueron temas candentes que allí se discutieron. El resultado es el que ya sabemos: la crítica constituye una parte activa del arte que una sociedad puede producir. Luego, después de los turnos de los Teixeira de Freitas y la charla sobre las colecciones corporativas, llegaba una de las conferencias más necesarias: Coleccionismo y mecenazgo, ¿función social? Inmaculada Corcho, directora del Museo ABC, se embarcó en un apasionante diálogo con Jaime Sordo en el que se trataron temas de rabiosa actualidad como la controvertida Ley de Mecenazgo. Sólo me queda decir una cosa llegado a este punto: Jaime Sordo es una rara avis del coleccionismo, un humanista de voz letrada y sentimiento sincero, de esos que se echan demasiado en falta en el mundo del arte en general. Desde la presidencia que ostenta en la Asociación de Coleccionistas 9915, su palabra es de las más autorizadas en este campo. Su opinión respecto a la dinamización social del mecenazgo fue clara: no hay demasiadas esperanzas mientras no exista un cuerpo común que defina y represente de manera sólida esta parcela de la comercialización artística. El mercado es el que es, pero los intereses son múltiples y a menudo no se encaminan en la misma dirección. Esto hace que el panorama sea múltiple, global, pero mal codificado. Su savoir faire dentro de 9915 sigue dando sus frutos optimizando la perspectiva social de los coleccionistas y manteniendo firme su propuesta por un arte activo y de proyección cultural y ciudadana, aspectos sin parangón en el complejo entramado de la administración patrimonial.

Le seguirían las conferencias de los coleccionistas Ángel y Clara Nieto con un proyecto familiar precioso que cautivó al público y una especie de mesa redonda donde tres museos y tres galerías (Antonio Franco del MEIAC de Badajoz, Juan Antonio Álvarez Reyes del CAAC de Sevilla y Josefa Cortés del Museo Vostell Malpartida; Ángeles Baños, Rafael Ortiz y José Luis de la Fuente en nombre de la Galería Nuble de Santander) comparecieron para hablar del trabajo en red. Se puso en entredicho la existencia real de una periferia, puesto que las lindes no están todavía bien marcadas, pero lo que es indiscutible es que el trabajo en común es necesario, que de otro modo es imposible llevar a término una operación tan ambiciosa como el arte.

Transcurrida la tarde, por fin llegó el momento estelar. El autobús aguardaba para llevarnos directamente a Malpartida, donde más de 200 personas esperábamos sumidas en una expectación insólita que el momento, por sí solo, fue capaz de generar. Ben Patterson, Willem de Ridder, Philip Corner y Phoebe Neville, fueron los culpabes. Cada uno de ellos propuso su propio concierto y, sin más dilación y con una puntualidad sorprendente, Willem de Ridder requirió cuatro personas del público asistente para dar por comenzado el acontecimiento. Ofreció un walkman a cada uno de ellos y una silla donde sentarse; la grabación marcaba unas sencillas directrices que los “concertistas” tenían que seguir. El resultado fue una danza autómata entre espectadores, un transitar el vacío donde sólo el ruido de las sillas arañando el suelo de piedra interrumpía la diafanidad del silencio, hasta que –el final dadaísta era inminente– los cuatro voluntarios mudos tenían que propinarle un puntapié a su silla y recogerla para devolverla a su sitio, una especie de vuelta al orden. Sencillamente enigmático. Phoebe Neville y Philip Corner tomaron el relevo propiciando una situación de esas en las que reina el desconcierto. La gente, desorientada, no entendió muy bien la invitación de Philip y Phoebe a tocar espontáneamente los pianos obsoletos de la sala, pero sin embargo no dudó un instante a la hora de comer con palillos chinos una especie de pastel gigante de nata y guindas con la figura de El grito de Munch. Un ágape siempre se hace entender, pero no nos deslindemos por derroteros que no son de nuestra competencia. Finalmente Ben Patterson puso en marcha una maquinaria sonora estridente que fue de lo más interesante de la noche. El objeto de esta performance fue el agua, y si bien siempre es candente hablar sobre la propiedad de un elemento tan fundamental para la vida como lo inquietante que es que aún hoy siga teniendo dueño, la acción estaba un poco desfasada en el tiempo. El 71% de la Tierra es agua, el 97% del agua es salada, y sólo el 0,05% se puede beber. Ben Patterson alternó distintas capas digitales y contrapeó su voz recordando viejas acciones del maestro Stockhausen y sus pruebas con micrófonos primitivos, sólo que en esta ocasión utilizó pedales modernos y alguna que otra trompeta inquietante como herramienta primigenia. El público, a pesar de todos estos desconciertos, vibró al unísono cuando los cuatro componentes clausuraron el evento en mitad del terreno escarpado de Los Barruecos y recibieron un sentido homenaje en forma de aplausos entusiastas. Mercedes Guardado, presente en todo momento y manifiestamente alegre por el reencuentro, se mostró emocionada por tan gran acogida. También la presencia de Concha Jerez y los hijos del Wolf Vostell añadieron más emoción si cabe al acontecimiento.

El domingo sólo restaba el encuentro con algunos coleccionistas que nos expusieron sus experiencias en la adquisición de obra sobre papel. Candela Soldevilla (Madrid), Juan Espino Navia (Almendralejo) y José Manuel Cabra de Luna (Málaga) fueron los elegidos y a través de ellos pudimos ver los distintos puntos de partida desde los que un coleccionista se posiciona para comenzar a atesorar sus piezas. Unos se decantan por el flujo emocional que las obras desprenden, otros por la seriedad de servirse de la razón para conformar sus colecciones, y los demás por una suerte de alternancia entre la inversión y el regocijo de la contemplación. Isabel y Beatriz Niño dieron por finalizadas las sesiones de debate con una pequeña charla sobre fiscalidad en representación de NIAL Art Law, su empresa barcelonesa.

No tuvimos tiempo para más, y de hecho quedaron muchas cosas en el tintero, pero suponemos que Cáceres, hasta el 24 de noviembre, seguirá engalanada de arte y cultura. Como ya dijimos al principio, el éxito de las jornadas fue evidente. La única duda que cabe plantearse al respecto es la dimensión social y ciudadana de este foro de arte contemporáneo, ya que sí se pudo comprobar una participación turística, pero no tanto de sus habitantes. Nos parece digno de mención el seguimiento que desde las redes sociales se puso en marcha y su gran recibimiento, sobre todo en Twitter yFacebook, pero no sólo, pues la falta de streaming fue reemplazada por la grabación de las conferencias que ahora pueden verse en su canal de Youtube o las imágenes en Flickr.

Artículo publicado en El Asombrario & Co.