«El vanidoso romántico quiere persuadirse de que su deseo está inscrito en la naturaleza de las cosas o, lo que es lo mismo, en la emanación de una subjetividad serena, la creación de ex nihilo un Yo casi divino. Desear a partir del objeto equivale a desear a partir de sí mismo: desear a partir de Otro. El prejuicio objetivo coincide con el prejuicio subjetivo y de este doble prejuicio se arraiga en la imagen que todos nosotros hacemos de nuestros propios deseos. Subjetivismos y objetivismos, romanticismos y realismos, individualismos y cientifismos, idealismos y positivismos se oponen en apariencia, pero secretamente coinciden en disimular la presencia del mediador. Todos estos dogmas son la traducción estética o filosófica de visiones del mundo propias de la meditación interna. Todos ellos proceden, más o menos directamente, de esa mentira que es el deseo espontáneo. Todos ellos defienden una misma ilusión de autonomía a la que el hombre moderno está apasionadamente vinculado.»
René Girard, Mentira romántica y verdad novelesca, Barcelona, Anagrama, 1985 (1961).
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