Paul Valéry /// Interpretación(es)

Paul Valéry en la década de los 30 / Fuente:

Paul Valéry en la década de los 30 / Fuente: La Jornada

«El paisaje fue de entrada la campiña al fondo, delante de la cual pasaban cosas. Creo que fue a los holandeses a los primeros a quienes les interesó esa campiña, bien en sí misma o bien por las estupendas vacas que en ella aparecían.

»Entre los italianos y entre nosotros, adquiere la importancia de un decorado. Poussin y Claude [Lorraine] lo ordenan y le dan una composición espléndida. El paisaje canta: es a la naturaleza lo que la ópera a la vida cotidiana. Se recurre a un árbol, al bosquecillo, a las aguas, a los montes y a determinadas edificaciones con libertad completamente ornamental o teatral. Se llevan a cabo, no obstante, estudios muy precisos y todos ellos comparables a los que se llevarán a cabo pasado un siglo. Se alcanza el límite de la fantasía.

»La trayectoria del paisaje imaginario concluye con los papeles pintados y las tapicerías de Jouy. La verdad entra en acción.

»Aparecen paisajistas de mucha envergadura que, al principio, se preocupan por la composición de sus  obras; escogen, eliminan, ajustan; pero, poco a poco, entablan un cuerpo a cuerpo con la naturaleza tal cual.

»Cada vez pintan menos en el estudio; cada vez más en el campo. Luchan contra la solidez, contra la propia fluidez de las cosas; los hay que la emprenden con la luz, quieren captar la hora, el instante, poner en el lugar de las formas finitas una envoltura de reflejos, de elementos del espectro sutilmente dosificados.

»Otros, en cambio, hacen albañilería con lo que ven.

»Así se fue desplazando progresivamente el interés por el paisaje. De ser el accesorio de una acción, y más o menos al servicio de ésta, pasó a ser lugar de maravillas, sede de ensoñación, placer de la vista distraída… Luego, se lleva la palma la impresión; la materia o la luz imperan.

Paul Valéry retratado por Laure Albin-Guillot (ca.1935) / La Petite Mélancolie

Paul Valéry retratado por Laure Albin-Guillot (ca.1935) / Fuente: La Petite Mélancolie

»Observamos entonces que en pocos años invaden los dominios de la pintura las imágenes de un mundo sin hombres. El mar, el bosque y el campo desiertos les resultan satisfactorios a la mayoría de las miradas. De esto se derivan muchas consecuencias notables.

»Como los árboles y los terrenos no son mucho menos familiares que los animales, crece la arbitrariedad en el arte y se convierten en habituales las simplificaciones, incluso las más burdas. Nos escandalizaría que pintasen una pierna o un brazo como pintan una rama. Nos cuesta mucho diferenciar entre lo posible y lo imposible en lo relativo a las formas minerales o vegetales. El paisaje, pues, da muchas facilidades. Todo el mundo se puso a pintar.

»Otro reflejo: la figura humana, tema dilecto antaño -hasta tal punto que la anatomía entró, desde tiempos de Leonardo, en las condiciones que había que exigirle a un artista-, quedó asimilada a cualquier otro objeto: por el resplandor o el grano de la piel se desdeña la modulación de las formas; desaparece por completo la expresión de las caras, se ausenta del todo la intención. Y el retrato decae.

»Por último, el desarrollo del paisaje parece coincidir, desde luego, con una merma marcadísima de la parte intelectual del arte.

»Al pintor no le queda ya gran cosa sobre la que razonar. Y no es que no nos topemos con muchos que especulan acerca de la estética y la técnica de su oficio, pero creo que muy pocos calculan la realización de una obra determinada. Nada los obliga a ello, puesto que todo acaba por reducirse a paisaje o bodegón, que, a su vez, se han quedado ambos en un entretenimiento de interés local. Pasaron los tiempos en que un artista no pensaba que estaba perdiendo el tiempo cuando meditaba, por ejemplo, acerca de los gestos o las posturas propias de las mujeres, los ancianos, los niños, cuando escribía esas observaciones antes de clavárselas en la mente. No digo que no sea posible prescindir de ello. Digo que el arte grande no prescinde de inutilidades de ese tipo, y digo que existe un arte grande. Es posible que vuelva más adelante a hablar de esto.

»Todo cuanto acabo de exponer en el ámbito de la pintura halla una semejanza pasmosa en el ámbito de las letras: la descripción invadió la literatura al mismo tiempo que el paisaje invadía la pintura; en la misma dirección y con las mismas consecuencias.

»En ambos casos, se debió ese éxito a la intervención de grandes artistas y condujo de forma idéntica a cierta capitis diminutio.

»Una descripción la componen frases que, en general, pueden ser intercambiables: puedo describir esta habitación con una secuencia de frases cuyo orden es más o menos indiferente. La mirada vagabundea a su aire. Nada más natural, nada más auténtico que ese vagabundeo, porque… la autenticidad es el azar

Paul Valéry / Fuente:

Fuente: Prodavinci

»Pero, si esa libertad, y el hábito de facilidad que implica, acaba por dominar en las obras, va disuadiendo poco a poco a los escritores de recurrir a sus facultades abstractas, de la misma forma que anonada en el lector la necesidad de una atención mínima, para inclinarlo a que sólo lo atraigan los efectos instantáneos, la retórica del impacto.

»Esta forma de crear, legítima en principio y a la que debemos tantas cosas hermosas, conduce, lo mismo que el abuso del paisaje, a la merma de la parte intelectual del arte.

»Llegados aquí, más de uno exclamará que poco importa. En lo que a mí se refiere, creo que importa bastante que la obra de arte la realice un hombre completo.

Pero ¿cómo puede ser que se le diera antaño tanta importancia a lo que en nuestros días se considera desdeñable con tanta naturalidad? Un aficionado, en entendido de tiempos de Julio II o de Luis XIV se quedaría muy sorprendido al enterarse de que casi todo lo que se consideraba esencial en la pintura ahora no sólo se descuida, sino que es radicalmente ajeno a las preocupaciones del pintor y a las exigencias del público. E, incluso, cuánto más refinado es ese público, más avanzado está, es decir, más alejado se halla de los antiguos ideales que he mencionado. Pero de lo que nos estamos alejando así es del hombre total. El hombre completo se está muriendo

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Paul Valéry, Degas Danza Dibujo, Barcelona, Nortesur, 2012 (1936), pp. 103-107.

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