Hay un canto dentro de mí /// Giovanni Papini (1915)

Hay un canto dentro de mí que no podrá salir nunca de mi boca —que mi mano no sabrá escribir en ningún trozo de papel.

Hay un canto dentro de mí que sólo yo tengo que escuchar —que solamente yo debo sufrir y soportar.

Hay un canto encerrado en mis venas como los adagios celestiales en los tubos de plata de los órganos —hay un canto que no florecerá como la raíz del lirio sepultada bajo la tierra.

Hay un canto dentro de mí que permanecerá siempre dentro de mí.

Si este canto saliese de mi corazón, destrozaría mi corazón.

Si este canto se escribiese con mi mano, ninguna otra palabra podría escribir con mi mano.

Este canto sólo será dicho en la última hora de mi vida; este canto será el comienzo de una feliz agonía.

Hay un canto dentro de mí que no puede salir porque aún no han sido creadas las palabras necesarias.

Un canto sin medida y sin tiempo; sin ritmo y sin leyes.

Un canto que no puede embellecerse de ningún modo y que destrozaría cualquier lenguaje.

Un canto que nadie podría escuchar sin que su alma se desconcertase por la sorpresa y repintada por otro sol.

Un canto más respirado que dicho, más presentido que manifiesto: sonido de luces, rayo de acordes.

Un canto que no desea ninguna música porque sería más melodioso que cualquier instrumento conocido.

Dentro de mi corazón, que de tan grande a veces contiene el universo, este canto es tan grande que implica un enorme esfuerzo. En los minutos más angustiosos de mi vida este canto querría derramarse de mi corazón, tan estrecho como el llanto de los ojos de quien se llora a sí mismo. Pero lo empujo y lo devoro porque, junto a él, la sangre de mi corazón se derramaría con la misma furia voluptuosa. Lo encierro en mí mismo porque todavía no quiero morir.

Soy la víctima dócil de este canto divino y homicida. Tengo que serrarme el corazón como la puerta de una cárcel y sofocar sus golpes sobrehumanos como tantos remordimientos. Y ser, con toda mi ternura, el feroz al que no se arriman los débiles.

Porque mi canto sería un aterrador canto de amor y este amor abrasaría todo aquello que toca.

El amor que sólo calienta es tibio, pero el verdadero amor, en el mismo suspiro, besa y destruye.

Este amor, de tan fogoso deseo, sería tan esplendoroso que, ese día, la tierra iluminaría el sol y la medianoche sería más ardiente que la tarde más incendiada.

Pero yo no cantaré este canto maravilloso que mi miedo reniega y que hace temblar mi debilidad.

No cantaré este canto porque nadie podría sostener la infinita, la desgarradora, la dolorosa dulzura.

Giovanni Papini, Cento pagine di poesia, Florencia, Libreria della Voce, 1915.

Trad. Mario Colleoni

«Poesías en Casarsa» (2022) /// CITTÀ PASOLINI

El 14 de julio de 1942 Pasolini publica en la Librería Anticuaria Mario Landi de Bolonia la colección Poesie a Casarsa. Ochenta años después, en el año en que se celebra el centenario del nacimiento del poeta, esta obra ha sido traducida al español por primera vez y publicada por la editora Somos Libros. Hablamos de ello con Mario Colleoni, autor de la traducción:

– En primer lugar, ¿cuál ha sido su experiencia al acercarse así a la obra poética pasoliniana?

Abordar un libro como Poesie a Casarsa parecía algo aparentemente sencillo, pero al final resultó ser, como sucede con casi toda la obra de Pasolini, un regalo envenenado. Ha sido un desafío porque detrás de las palabras hay un sentido lírico muy profundo de las imágenes. Yo ya tenía el convencimiento, pero traducir este libro ha sido la prueba más rotunda de que lo más complejo que hay en esta vida asume siempre una forma conmovedoramente sencilla.

– En segundo lugar, ¿por qué cree que el primer libro de poemas de Pasolini ha sido olvidado por los traductores españoles hasta ahora?

Por una razón muy sencilla: el mercado lo ha usado como moneda de cambio, ha explotado los episodios más escandalosos de su vida, ha exprimido su enfrentamiento con el PCI, con el Vaticano, las sospechas sexuales, los procesos judiciales, el morbo de su asesinato, etc. Pero nadie lo ha llamado por su nombre, es decir, nadie ha querido (o necesitado) dar a conocer quién era y, por tanto, ni ha sido escuchado, ni leído ni estudiado. Que Poesie a Casarsa no haya sido traducido en España hasta ahora, ochenta años después, es sólo el reflejo de cómo nuestro mundo puede convertir un verdadero ejemplo en un mero souvenir.

– La obra es inmediatamente localizada y reseñada por Gianfranco Contini, que consagra al Pasolini poeta, destacando en particularmente el uso del dialecto, un friulano que inventa su propia koinè poética, nacida de la necesidad de escribir una lengua que hasta entonces sólo era hablada. ¿Cómo aborda un español la traducción de una lengua como el friulano de Poesías en Casarsa?

Desde el respeto, la admiración y el amor hacia una persona en la que había una idea del mundo más humana y más compasiva de lo que ha sido nunca. Para mí Pasolini es un ejemplo, aunque también una condena. Hay que tener precaución en el modo en el que uno lo aborda, porque si te acercas mucho puede arruinarte la vida. A mí, personalmente, esta forma de enfrentarme a él me ha costado un precio, pero por ello he aprendido algo importantísimo: por las heridas uno comprende el valor de las cosas. Abordarlo desde el dialecto, que yo desconocía, me ha hecho comprender su visión del mundo, y me ha ayudado a comprenderme a mí mismo y a las personas que amo.

– Pasolini afirmó que el fascismo no toleraba el dialecto. De hecho, en Primo piano, donde fue entrevistado por Carlo di Carlo (1968), Pasolini dice que Poesie a Casarsa representa un primer signo de oposición al poder fascista y el consiguiente intento de valorizar el dialecto, en una sociedad que se opone al uso de las lenguas bárbaras como propias de las masas rurales y en la que la izquierda también prefiere el uso de la lengua italiana. ¿Piensa usted que esta actitud de Pasolini tiene conexión con otras obras suyas, por ejemplo con los ensayos o el cine?

Con los ensayos no tanto, o no directamente, porque estaba constreñido a servirse del italiano para hacer entender al resto de la sociedad la pertinencia (y las razones) de conservar el dialecto, pero con el cine había una relación directa (y en parte también poética) en la que no dejó de insistir. Il Decameron (1970), por poner un ejemplo, se rueda completamente en dialecto napolitano.

– En 1954 Pasolini retoma esta obra y añade otras secciones tan relevantes como El Testament Coràn (1947-52). Hablamos de la colección La nuova gioventù donde se destacan dos momentos de la poética friulana del autor. ¿Ha encontrado muchas diferencias entre los componentes de los años cuarenta y los de los años cincuenta?

Sí, hay diferencias sustanciales en ciertas imágenes, y algunas las hago notar en la edición para que el lector sea consciente de ellas, pero los cambios son esencialmente de carácter prosódico, él mismo lo dice, y se ve con claridad sobre todo en el uso de los acentos, las diptongaciones y, en general, en la puntuación de todo el libro.

La nuova gioventù, última colección de los poemas friulanos de Pasolini, sale en Einaudi el 17 de mayo de 1975. El volumen, que tiene en la portada una foto juvenil de Pasolini, está compuesto por tres secciones. La segunda recoge treinta y siete textos que reescriben en negativo la poesía friulana de la juventud, incluso con coloridas remodelaciones orientadas al sentido de la pérdida y el duelo. ¿Qué importancia tienen estos poemas para entender al Pasolini de los años setenta y director de Salò?

Si La nuova gioventù es un libro fundamental para comprender la deriva existencial del poeta en sus últimos años, Poesie a Casarsa es la clave de bóveda sin la cual no puede comprenderse ni su vida ni su obra. Esa imagen de Casarsa será la que el poeta proyectará en el subproletariado romano, en las heroínas de sus películas; incluso en en los conflictos de todos los relatos subyace esa categoría estética que se dio en llamar «cinema di poesia», que también proviene de esa visión idealizada (pero real) de Casarsa. Es decir, hablamos de un libro —Poesie a Casarsa— que asentó por primera vez la voz de un muchacho que con veinte años quería nacer a la palabra, a la poesía, construir una mitología, inmortalizar la verdad de la vida en el campo, y que después extenderá a toda su obra. Por eso es sumamente importante.

– Muchos han afirmado que la obra de Pasolini tiene algo de intraducible, de típicamente italiano que en la operación de la traducción pierde parte de su esencia y de su fuerza. ¿Qué opina?

Toda traducción es una violación de lo virginal, de lo desnudo, de lo original. Sin embargo, para esta edición he procurado que el yo del traductor no apareciese; me he fustigado para que la vanidad no hiciera acto de presencia, y de esto he sido consciente cuando he vuelto a leer diversas traducciones de otros libros. Yo también soy un oxímoron en tantos aspectos de la vida, y ser consciente de esta embarazosa exhibición de la que hacen gala tantos traductores, que no pierden la oportunidad de dejar su impronta narcisista, me ha servido tal vez para ser más consciente de que, siendo la traducción una violación inevitable, mi yo debía y tenía que doblegarse a la voz del poeta, costase lo que costase. Esta era mi única forma de rendir culto a un poeta al que amo: respetar su voz y mostrársela al público. Por otra parte, cada vez que un traductor habla de musicalidad, el Niño Jesús llora desconsolado en el regazo de su madre.

– ¿Cuál sería el consejo que le daría a la persona que por primera vez se enfrenta a Poesías en Casarsa?

Es tan difícil que parece utópico, pero le diría que procurase extirpar de su imaginación los estereotipos que se han vertido sobre el poeta, todos esos tópicos que la prensa, los medios e indocumentados de todo pelaje han extendido a lo largo de cincuenta largos años, y que se enfrentase a Poesie a Casarsa como el que escucha con atención a un muchacho que, amando el mundo, decidió regalarnos sus llagas y sus promesas.

Entrevista en italiano en Città Pasolini

Pensamientos /// Giacomo Leopardi (1845)

«Bella y amable ilusión es aquella por la cual los días de los aniversarios de un acontecimiento que, en verdad, no tiene más relación con ellos que con cualquier otro día del año, parece tener con él una relación particular, y que, casi como una sombra del pasado, resurja y vuelva siempre en los mismos días, y se nos muestre delante, con lo que se atenúa en parte el triste pensamiento de la anulación de lo que fuera en su día, y se alivia el dolor de muchas pérdidas, pues parece como si con el dolor de estas conmemoraciones, lográramos que lo que pasó y ya no vuelve no se haya extinguido ni perdido del todo. De la misma manera que encontrándonos en lugares en los que han acaecido cosas memorables en sí mismas, y diciendo: aquí sucedió esto y lo otro, nos creemos, por así decirlo, más próximos a aquellos acontecimientos que si nos encontramos en otro lugar. Así, cuando decimos: hoy hace un año o tantos años que sucedió tal o cual cosa, nos parece, por así decirlo, que esa cosa está más presente o que se encuentra menos alejada de nosotros que otros días. Se encuentra esta ilusión tan arraigada en el hombre que me parece que se puede creer con esfuerzo que su aniversario sea tan ajeno a lo celebrado como cualquier otro día. De aquí el celebrar anualmente los recuerdos importantes, tanto los religiosos como los civiles, tanto los públicos como los privados, los de los natalicios como los de las muertes de las personas queridas, y otros similares; todo ello es algo común a las naciones que tienen o han tenido recuerdos o calendario. Y he observado, interrogando con tal fin a varias personas, que los hombres sensibles y los habituados a la soledad o a conversar consigo mismos, suelen ser muy amigos de los aniversarios y de vivir, por así decirlo, de tal género de recuerdos, recapacitando siempre y diciéndose para sí: “Hace años, en este mismo día, me sucedió esto o aquello…”».

Filippo Palizzi

Filippo Palizzi, Muchacha sobre una roca en Sorrento, ca. 1871 / Fondazione Balzan (Milán)

 

Giacomo Leopardi, Cantos. Pensamientos, trad. Antonio Colinas, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2006, pp. 329-330.

«Simplificar la escritura desapareciendo» /// Ingmar Bergman (1968)

«Involucrado. En contacto permanente con estas tres personas que yo me imagino y que se mueven por mi conciencia. No me dejan, me visitan sin cesar en esta soledad. Para librarme de ellos más que nada he escrito unas escenas posibles, el drama que es posible que interpretemos juntos. Yo no soy escritor. Soy ignorante de las leyes en las que se basa un drama. He escrito para llenar mi soledad con algo vivo. Soy consciente de que esto no será un relato de Elis y Eva Vergerus ni de Anna Froman. Resultará un relato de mí mismo. Ellos visten mi ropa, piensas mis pensamientos, viven mi vida, sueñan mis sueños. Todo el tiempo vuelven hacia mí esos rostros impenetrables, esos ojos extraños, esos cuerpos inaccesibles. Sólo aquí y ahora consigo el contacto con ellos. Aquí y ahora en esta soledad y este silencio. De nada sirve. Tal vez pueda aplacar una añoranza o apagar una sed o liberarme de un sueño. Aspiro a simplificar la escritura desapareciendo. En lo sucesivo, me llamaré lisa y llanamente Andreas. No sé por qué he elegido el mismo nombre que el marido muerto de Anna; pero al final ha resultado así. A partir de ahora yo soy Yo, sin nombre, inexistente, siempre presente, ingente, sublime, todopoderoso. Esas cuatro criaturas: Andreas, Anna, Elis, Eva, se mueven en mi escenario mínimo que es este lugar aislado. Esta isla que en mis sueños se llama Tánatos.»

 

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Ingmar Bergman, por Irving Penn (1964) / The Red List

 

Cit. Ingmar Bergman, Cuaderno de trabajo (1955-1974), trad. Carmen Montes, Madrid, Nórdica, 2018, pp. 278-279. El fragmento corresponde a la fecha del 16 de julio, dos días después de su cumpleaños, hace hoy exactamente 50 años.

La cabellera /// Charles Baudelaire (1857)

¡Oh, crin que baja en rizos hasta el busto, hechicera!

¡Perfume de indolencia que impregnas ese pelo!

¡Éxtasis! Porque llenen mi oscura madriguera

los recuerdos que duermen en esa cabellera,

¡la agitaré en el aire lo mismo que un pañuelo!

 

El Asia displicente y el África abrasada,

todo un mundo lejano que casi se consume

habita tus honduras, floresta perfumada;

si hay almas que se elevan en música acordada,

nada mi alma en las ondas, ¡amor!, de tu perfume.

 

¡Irá allá, donde, fértiles, árbol y ser pensante

extienden al sol flavo los brazos y las ramas!

¡Oh trenzas, sed marea que me empuja adelante!

Tú guardas, mar de ébano, un sueño deslumbrante

de velas, de remeros, de mástiles y llamas:

 

un puerto estrepitoso donde mi alma al fin pueda

aspirar el perfume, el sonido, el color;

donde naves que cruzan sobre el oro y la seda

recogen en sus vastas manos esa moneda

de un gran cielo en que tiembla el eterno calor.

 

Hundiré mi cabeza, de embriagueces ya presa,

en ese negro mar do el otro está encerrado;

y mi sutil espíritu que el vaivén roza y besa

hallará la fecunda molicie que embelesa,

¡balanceo infinito del ocio embalsamado!

 

Crin azul, pabellón de sombras extendidas,

el combo azul del cielo de tus abismos me dan;

en el borde afelpado de tus crenchas torcidas

me embriago ardientemente de esencias confundidas

de aceite de palmera, de almizcle y de alquitrán.

 

Mucho tiempo… ¡por siempre! mi mano en tu melena

sembrará los rubíes, las perlas, el zafiro

para que a mi deseo nunca embargue la pena:

¿no eres tú mi oasis y la crátera plena

donde a sorbos el vino de la memoria aspiro?

 

Cit. Charles Baudelaire, Las flores del mal (trad. Manuel J. Santayana), Madrid, Vaso Roto, 2014, pp. 110-113.

 

[Ô toison, moutonnant jusque sur l’encolure! / Ô boucles! Ô parfum chargé de nonchaloir! / Extase! Pour peupler ce soir l’alçôve obscure / Des souvenirs dormant dans cette chevelure, / Je la veux agiter dans l’air comme un mouchoir! / La langoureuse Asie et la brûlante Afrique, / Tout un monde lointain, absent, presque défunt, / Vit dans tes profondeurs, forêt aromatique! / Comme d’autres esprits voguent sur la musique, / Le mien, ô mon amour! nage sur ton parfum. / J’irai là-bas où l’arbre et l’homme, pleins de sève, / Se pâment longuement sous l’ardeur des climats; / Fortes tresses, soyez la houle qui m’enlève! / Tu contiens, mer d’ébène, un éblouissant rêve / De voiles, de rameurs, des flammes et de mâts: / Un port retentissant où mon âme peut boire / À grands flots le parfum, le son et la coleur; / Où les vaisseaux, glissant dans l’or et dans la moire, / Ouvrent leurs vastes bras pour embrasser la gloire / D’un ciel pur où frémit l’éternelle chaleur. / Je plongerai ma tête amoureuse d’ivresse / Dans ce noir océan où l’autre est enfermé; / Et mon esprit subtil que le roulis caresse / Saura vous retrouver, ô féconde paresse, / Infinis bercements du loisir embaumé! / Cheveux bleus, pavillon de ténèbres tendues, / Vous me rendez l’azur du ciel immense et rond; / Sur les bords duvetés de vos mèches tordues / Je m’enivre ardemment des senteurs confondues / De l’huile de coco, du musc et du goudron. / Longtemps! toujours! ma main dans tan crinière lourde / Sèmera le rubis, la perle et le saphir, / Afin qu’à mon désir tu ne sois jamais sourde! / N’es-tu pas l’oasis où je rêve, et la gourde / Où je hume à longs trait le vin du souvenir?]