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«Muerte de Narciso» /// José Lezama Lima (1937)

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo

envolviendo los labios que pasaban

entre labios y vuelos desligados.

La mano o el labio o el pájaro nevaban.

Era el círculo en nieve que se abría.

Mano era sin sangre la seda que borraba

la perfección que muere de rodillas

y en su celo se esconde y se divierte.

Vertical desde el mármol no miraba

la frente que se abría en loto húmedo.

En chillido sin fin se abría la floresta

al airado redoble en flecha y muerte.

¿No se apresura tal vez su fría mirada

sobre la garza real y el frío tan débil

del poniente, grito que ayuda la fuga

del dormir, llama fría y lengua alfilereada?

Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo.

El espejo se olvida del sonido y de la noche

y su puerta al cambiante pontífice entreabre.

Máscara y río, grifo de los sueños.

Frío muerto y cabellera desterrada al aire

que la crea, del aire que le miente son

de vida arrastrada a la nube y a la abierta

boca negada en sangre que se mueve.

Ascendiendo en el pecho sólo blanda,

olvidada por un aliento que olvida y desentraña.

Olvidado papel, fresco agujero al corazón

saltante se apresura y la sonrisa al caracol.

La mano que por el aire líneas impulsaba,

seca, sonrisas caminando por la nieve.

Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol

enterrando firme oído en la seda del estanque.

Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,

aguardan la señal de una mustia hoja de oro,

alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.

Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.

Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas

islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas.

El río en la suma de sus ojos anunciaba

lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo

convertía.

Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo,

arco y castillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel.

Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro.

Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso

desdoblado:

los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono

cejijunto.

Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira

por espaldas que nunca me preguntan, en veneno

que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes.

Como se derrama la ausencia en la flecha que aísla

y como la fresa respira hilando su cristal,

así el otoño en que su labio muere, así el granizo

en blando espejo destroza la mirada que le ciñe,

que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago

le recorre junto a la fuente que humedece el sueño.

La ausencia, el espejo ya en el cabello que en la playa

extiende y al aislado cabello pregunta y se divierte.

Fronda leve vierte la ascensión que asume.

¿No es la curva corintia traición de confitados mirabeles,

que el espejo reúne o navega, ciego desterrado?

¿Ya se siente temblar el pájaro en mano terrenal?

Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,

los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la

doncella.

Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,

forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona

sumergida.

Triste recorre —curva ceñida en ceniciento airón—

el espacio que manos desalojan, timbre ausente

y avivado azafrán, tiernos redobles sus extremos.

Convocados se agitan los durmientes, fruncen las olas

batiendo en torno de ajedrez dormido, su insepulta tiara.

Su insepulta madera blanda el frío pico del hirviente cisne.

Reluce muelle: falsos diamantes; pluma cambiante: terso

atlas.

Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el relámpago

en sus venas.

Ahogadas cintas mudo el labio las ofrece.

Orientales castillos cuelan agua de luna.

Los más dormidos son los que más se apresuran,

se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre

frentes y garfios.

Estirado mármol como un río que recurvado o aprisiona

los labios destrozados, pero los ciegos no oscilan.

Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una

paloma

y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de

noche.

Una flecha destaca, una espalda se ausenta.

Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro.

Tierra húmeda ascendiendo hasta el rostro, flecha cerrada.

Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube

que es espejo.

Frescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas

en su cárcel sin sed se destacan los brazos,

no preguntan mortales en estrías de abejas y en secretos

confusos despiertan recordando curvos brazos y engaste de la

frente.

Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran

al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan

los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene.

Los donceles trabajan en las nueces y el surtidor de frente a

su sonido

en la llama fabrica sus raíces y su mansión de gritos

soterrados.

Si se aleja, recta abeja, el espejo destroza el río mudo.

Si se hunde, media sirena al fuego, las hilachas que surcan el

invierno

tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta.

Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman,

despertando el oleaje en lisas llamaradas y vuelos sosegados,

guiados por la paloma que sin ojos chilla,

que sin clavel la frente espejo es de ondas, no recuerdos.

Van reuniendo en ojos, hilando en el clavel no siempre

ardido

el abismo de nieve alquitarada o gimiendo en el cielo

apuntalado.

Los corceles si nieve o si cobre guiados por miradas la súplica

destilan o más firmes recurran a la mudez primera ya sin

cielo.

La nieve que en los sistros no penetra, arguye

en hojas, recta destroza vidrio en el oído,

nidos blancos, en su centro ya encienden tibios los corales,

huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bosques

rosados.

Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos,

donde el cuerpo sonoro se mece con los pinos, delgado

cabecea.

Mas esforzado pino, ya columna de humo tan aguado

que canario es su aguja y surtidor en viento desrizado.

Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado

son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordisqueados.

Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan

perfiles,

labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus

caderas.

Pez del frío verde el aire en el espejo sin estrías, racimo de

palomas

ocultas en la garganta muerta: hija de la flecha y de los cisnes.

Garza divaga, concha en la ola, nube en el desgaire,

espuma colgaba de los ojos, gota marmórea y dulce plinto no

ofreciendo.

Chillidos frutados en la nieve, el secreto en geranio

convertido.

La blancura seda es ascendiendo en labio derramada,

abre un olvido en las islas, espada y pestañas vienen

a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca

impura.

Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,

esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden

al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal

salada,

busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido.

Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.

Si se siente en su borde o en su frente el centurión pulsa en

su costado.

Si declama penetran en la mirada y se fruncen las letras en el

sueño.

Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada,

que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto del

silencio.

Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas

lloviznadas.

Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el

costado.

Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó

sin alas.

—————

José Lezama Lima, Poesía completa, edición de César López,

Madrid, Sexto Piso, 2016, pp. 11-18.

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Pensamientos /// Blaise Pascal (1670 ca.)

L.110 (B. 282)

Conocemos la verdad no sólo por la razón, sino también por el corazón. De este último modo conocemos los primeros principios, y en vano el razonamiento, que no tiene parte en ello, porque trata de combatirlos. Los pirronianos que sólo tienen por objeto esto, trabajan inútilmente. Sabemos que no soñamos sea cual sea la impotencia que tenemos para probarlo por medio de la razón, sino que esta impotencia no expresa más que la debilidad de nuestra razón, pero no la incertidumbre de todos nuestros conocimientos, como ellos pretenden. Pues los conocimientos de los primeros principios (espacio, tiempo, movimiento, números) son tan firmes como cualquiera de lo que nuestros razonamientos nos dan y sobre esos conocimientos del corazón y del instinto es preciso que la razón se apoye y fundamente todo su discurso. El corazón siente que hay tres dimensiones en el espacio y que los números son infinitos, y la razón demuestra que no hay dos números cuadrados de los cuales uno sea el doble que el otro. Los principios se sienten, las proporciones se concluyen, y todo ello con certeza, aunque por vías diferentes, y es tan inútil y tan ridículo que la razón le pida al corazón pruebas de sus primeros principios para querer aceptarlos, como que el corazón pidiera a la razón un sentimiento sobre todas las proposiciones que ésta demuestra para querer aceptarlas.

Por tanto, esta impotencia sólo debe servir para humillar a la razón que quiera juzgarlo todo, pero no para combatir nuestra certeza. ¡Como si sólo la razón fuera capaz de instruirnos! Quisiera Dios, al contrario, que nunca tuviéramos necesidad de ella y que conociésemos todas las cosas por instinto y por sentimiento, pero la naturaleza nos ha privado de este bien; al contrario, sólo nos ha dado muy pocos conocimientos de esta clase. Todos los demás sólo pueden ser adquiridos por el razonamiento.

Y por ello aquellos a quienes Dios ha dado la religión por medio del sentimiento y del corazón son felices y están muy legítimamente persuadidos, pero a los que no la tienen sólo se la podemos dar por medio del razonamiento, esperando que Dios se la conceda por sentimiento del corazón, sin lo cual la fe sólo es humana y, por tanto, inútil para la salvación.

After François II Quesnel, 1670’s, Castillo de Versalles (dep. Louvre)

L.298 (B. 283)

El orden. Contra la objeción que la Escritura no tiene orden.

El corazón tiene su orden; el espíritu [inteligencia, ingenio] tiene el suyo, que es por principio y por demostración. El corazón tiene otro. No se prueba que se deba ser amado exponiendo con orden las causas del amor; eso sería ridículo.

Jesucristo y San Pablo siguen el orden de la caridad [amor], no el del espíritu, pues ellos querían inspirar, no instruir.

Cit. Blaise Pascal, Escritos espirituales. Resumen de la vida de Jesucristo,
opúsculos, cartas y fragmentos
, ed. Alicia Villar Ezcurra, pp. 168-170.

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Hay un canto dentro de mí /// Giovanni Papini (1915)

Hay un canto dentro de mí que no podrá salir nunca de mi boca —que mi mano no sabrá escribir en ningún trozo de papel.

Hay un canto dentro de mí que sólo yo tengo que escuchar —que solamente yo debo sufrir y soportar.

Hay un canto encerrado en mis venas como los adagios celestiales en los tubos de plata de los órganos —hay un canto que no florecerá como la raíz del lirio sepultada bajo la tierra.

Hay un canto dentro de mí que permanecerá siempre dentro de mí.

Si este canto saliese de mi corazón, destrozaría mi corazón.

Si este canto se escribiese con mi mano, ninguna otra palabra podría escribir con mi mano.

Este canto sólo será dicho en la última hora de mi vida; este canto será el comienzo de una feliz agonía.

Hay un canto dentro de mí que no puede salir porque aún no han sido creadas las palabras necesarias.

Un canto sin medida y sin tiempo; sin ritmo y sin leyes.

Un canto que no puede embellecerse de ningún modo y que destrozaría cualquier lenguaje.

Un canto que nadie podría escuchar sin que su alma se desconcertase por la sorpresa y repintada por otro sol.

Un canto más respirado que dicho, más presentido que manifiesto: sonido de luces, rayo de acordes.

Un canto que no desea ninguna música porque sería más melodioso que cualquier instrumento conocido.

Dentro de mi corazón, que de tan grande a veces contiene el universo, este canto es tan grande que implica un enorme esfuerzo. En los minutos más angustiosos de mi vida este canto querría derramarse de mi corazón, tan estrecho como el llanto de los ojos de quien se llora a sí mismo. Pero lo empujo y lo devoro porque, junto a él, la sangre de mi corazón se derramaría con la misma furia voluptuosa. Lo encierro en mí mismo porque todavía no quiero morir.

Soy la víctima dócil de este canto divino y homicida. Tengo que serrarme el corazón como la puerta de una cárcel y sofocar sus golpes sobrehumanos como tantos remordimientos. Y ser, con toda mi ternura, el feroz al que no se arriman los débiles.

Porque mi canto sería un aterrador canto de amor y este amor abrasaría todo aquello que toca.

El amor que sólo calienta es tibio, pero el verdadero amor, en el mismo suspiro, besa y destruye.

Este amor, de tan fogoso deseo, sería tan esplendoroso que, ese día, la tierra iluminaría el sol y la medianoche sería más ardiente que la tarde más incendiada.

Pero yo no cantaré este canto maravilloso que mi miedo reniega y que hace temblar mi debilidad.

No cantaré este canto porque nadie podría sostener la infinita, la desgarradora, la dolorosa dulzura.

Giovanni Papini, Cento pagine di poesia, Florencia, Libreria della Voce, 1915.

Trad. Mario Colleoni

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El amor que anhela y no muere /// André Gide (1888)

André Gide en 1920 / Ottoline Morrell

¡Ah, cuántos ensueños! No hay nada mejor. Cuántos anhelos, cuántos entusiasmos, cuánta sed puede tener un corazón que aún no sabe nada de la vida y que salta de impaciencia por precipitarse a ella.

Cuántos anhelos de ideal, cuántos escalofríos de inquietud, qué temblores del alma que da brincos creyendo que podrá escapar del cuerpo; anhela un dios y lo busca por todas partes, cree rozarlo y le contraría hallar sólo su reflejo en las obras que ha inspirado, por la noche mira a ver si se abren los cielos; los sentidos jóvenes y ardientes no se conforman con una comunión espiritual; quieren tocar, abrazar a ese dios que buscan, y cuando ven que les elude se sienten engañados.

¡Señor! ¡Ah, por qué nos hiciste de barro! Y tú, pobre cuerpo, ¿no puedes creer sin tocar, no puedes amar sin ver? A veces, cuando estás rezando y sientes que el mismo Dios está a tu lado, ¿por qué te vuelves a mirarle? — la ilusión cesa y la plegaria muere en tus labios; entonces te acuestas desconsolado y te dices que ese dios al que no puedes ver no es más que una ilusión.

Oh, María, pero quién te dio
el deseo insensato de tocar al Señor.

André Gide, Diario 1887-1910, trad. Ignacio Vidal-Folch
Barcelona, DeBolsillo, 2021, p. 62

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«Poesías en Casarsa» (2022) /// CITTÀ PASOLINI

El 14 de julio de 1942 Pasolini publica en la Librería Anticuaria Mario Landi de Bolonia la colección Poesie a Casarsa. Ochenta años después, en el año en que se celebra el centenario del nacimiento del poeta, esta obra ha sido traducida al español por primera vez y publicada por la editora Somos Libros. Hablamos de ello con Mario Colleoni, autor de la traducción:

– En primer lugar, ¿cuál ha sido su experiencia al acercarse así a la obra poética pasoliniana?

Abordar un libro como Poesie a Casarsa parecía algo aparentemente sencillo, pero al final resultó ser, como sucede con casi toda la obra de Pasolini, un regalo envenenado. Ha sido un desafío porque detrás de las palabras hay un sentido lírico muy profundo de las imágenes. Yo ya tenía el convencimiento, pero traducir este libro ha sido la prueba más rotunda de que lo más complejo que hay en esta vida asume siempre una forma conmovedoramente sencilla.

– En segundo lugar, ¿por qué cree que el primer libro de poemas de Pasolini ha sido olvidado por los traductores españoles hasta ahora?

Por una razón muy sencilla: el mercado lo ha usado como moneda de cambio, ha explotado los episodios más escandalosos de su vida, ha exprimido su enfrentamiento con el PCI, con el Vaticano, las sospechas sexuales, los procesos judiciales, el morbo de su asesinato, etc. Pero nadie lo ha llamado por su nombre, es decir, nadie ha querido (o necesitado) dar a conocer quién era y, por tanto, ni ha sido escuchado, ni leído ni estudiado. Que Poesie a Casarsa no haya sido traducido en España hasta ahora, ochenta años después, es sólo el reflejo de cómo nuestro mundo puede convertir un verdadero ejemplo en un mero souvenir.

– La obra es inmediatamente localizada y reseñada por Gianfranco Contini, que consagra al Pasolini poeta, destacando en particularmente el uso del dialecto, un friulano que inventa su propia koinè poética, nacida de la necesidad de escribir una lengua que hasta entonces sólo era hablada. ¿Cómo aborda un español la traducción de una lengua como el friulano de Poesías en Casarsa?

Desde el respeto, la admiración y el amor hacia una persona en la que había una idea del mundo más humana y más compasiva de lo que ha sido nunca. Para mí Pasolini es un ejemplo, aunque también una condena. Hay que tener precaución en el modo en el que uno lo aborda, porque si te acercas mucho puede arruinarte la vida. A mí, personalmente, esta forma de enfrentarme a él me ha costado un precio, pero por ello he aprendido algo importantísimo: por las heridas uno comprende el valor de las cosas. Abordarlo desde el dialecto, que yo desconocía, me ha hecho comprender su visión del mundo, y me ha ayudado a comprenderme a mí mismo y a las personas que amo.

– Pasolini afirmó que el fascismo no toleraba el dialecto. De hecho, en Primo piano, donde fue entrevistado por Carlo di Carlo (1968), Pasolini dice que Poesie a Casarsa representa un primer signo de oposición al poder fascista y el consiguiente intento de valorizar el dialecto, en una sociedad que se opone al uso de las lenguas bárbaras como propias de las masas rurales y en la que la izquierda también prefiere el uso de la lengua italiana. ¿Piensa usted que esta actitud de Pasolini tiene conexión con otras obras suyas, por ejemplo con los ensayos o el cine?

Con los ensayos no tanto, o no directamente, porque estaba constreñido a servirse del italiano para hacer entender al resto de la sociedad la pertinencia (y las razones) de conservar el dialecto, pero con el cine había una relación directa (y en parte también poética) en la que no dejó de insistir. Il Decameron (1970), por poner un ejemplo, se rueda completamente en dialecto napolitano.

– En 1954 Pasolini retoma esta obra y añade otras secciones tan relevantes como El Testament Coràn (1947-52). Hablamos de la colección La nuova gioventù donde se destacan dos momentos de la poética friulana del autor. ¿Ha encontrado muchas diferencias entre los componentes de los años cuarenta y los de los años cincuenta?

Sí, hay diferencias sustanciales en ciertas imágenes, y algunas las hago notar en la edición para que el lector sea consciente de ellas, pero los cambios son esencialmente de carácter prosódico, él mismo lo dice, y se ve con claridad sobre todo en el uso de los acentos, las diptongaciones y, en general, en la puntuación de todo el libro.

La nuova gioventù, última colección de los poemas friulanos de Pasolini, sale en Einaudi el 17 de mayo de 1975. El volumen, que tiene en la portada una foto juvenil de Pasolini, está compuesto por tres secciones. La segunda recoge treinta y siete textos que reescriben en negativo la poesía friulana de la juventud, incluso con coloridas remodelaciones orientadas al sentido de la pérdida y el duelo. ¿Qué importancia tienen estos poemas para entender al Pasolini de los años setenta y director de Salò?

Si La nuova gioventù es un libro fundamental para comprender la deriva existencial del poeta en sus últimos años, Poesie a Casarsa es la clave de bóveda sin la cual no puede comprenderse ni su vida ni su obra. Esa imagen de Casarsa será la que el poeta proyectará en el subproletariado romano, en las heroínas de sus películas; incluso en en los conflictos de todos los relatos subyace esa categoría estética que se dio en llamar «cinema di poesia», que también proviene de esa visión idealizada (pero real) de Casarsa. Es decir, hablamos de un libro —Poesie a Casarsa— que asentó por primera vez la voz de un muchacho que con veinte años quería nacer a la palabra, a la poesía, construir una mitología, inmortalizar la verdad de la vida en el campo, y que después extenderá a toda su obra. Por eso es sumamente importante.

– Muchos han afirmado que la obra de Pasolini tiene algo de intraducible, de típicamente italiano que en la operación de la traducción pierde parte de su esencia y de su fuerza. ¿Qué opina?

Toda traducción es una violación de lo virginal, de lo desnudo, de lo original. Sin embargo, para esta edición he procurado que el yo del traductor no apareciese; me he fustigado para que la vanidad no hiciera acto de presencia, y de esto he sido consciente cuando he vuelto a leer diversas traducciones de otros libros. Yo también soy un oxímoron en tantos aspectos de la vida, y ser consciente de esta embarazosa exhibición de la que hacen gala tantos traductores, que no pierden la oportunidad de dejar su impronta narcisista, me ha servido tal vez para ser más consciente de que, siendo la traducción una violación inevitable, mi yo debía y tenía que doblegarse a la voz del poeta, costase lo que costase. Esta era mi única forma de rendir culto a un poeta al que amo: respetar su voz y mostrársela al público. Por otra parte, cada vez que un traductor habla de musicalidad, el Niño Jesús llora desconsolado en el regazo de su madre.

– ¿Cuál sería el consejo que le daría a la persona que por primera vez se enfrenta a Poesías en Casarsa?

Es tan difícil que parece utópico, pero le diría que procurase extirpar de su imaginación los estereotipos que se han vertido sobre el poeta, todos esos tópicos que la prensa, los medios e indocumentados de todo pelaje han extendido a lo largo de cincuenta largos años, y que se enfrentase a Poesie a Casarsa como el que escucha con atención a un muchacho que, amando el mundo, decidió regalarnos sus llagas y sus promesas.

Entrevista en italiano en Città Pasolini

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Contra el mundo entero /// Roberto Rossellini

«Siempre temí no tener nada de mí mismo para proyectar en un relato. Detesto observarme, describirme. No soy un virtuoso del diálogo, ni tampoco un intelectual. Tampoco me he limitado a ser sólo un director de cine. Soy un hombre. Vivo una vida corriente: he sido marido, he sido un padre lleno de orgullo y he sido abuelo. Pero no estoy contento de mí mismo. No tampoco estoy contento de mi época. Vivo solo en Roma, soy pobre, pero tengo lo necesario. No he ido nunca a la caza del dinero. He vivido coherentemente».

Paese Sera (12 junio 1977)

«—¿Qué encuentra esencial en el relato cinematográfico?

—A mi modo de ver, la espera: toda solución nace de la espera. Es la espera la que nos hace vivir, es la espera la que nos encadena a la realidad, es la espera la que —después de la preparación— nos ofrece la liberación. Tome por ejemplo el episodio de la pesca del atún de Stromboli. Es un episodio que nace de la espera. Se va creando, en el espectador, una cierta curiosidad por aquello que debe suceder: después tiene lugar la matanza del atún. La espera es la fuerza de cualquier suceso de nuestra vida, y también lo es del cine».

Bianco e Nero (febrero 1952)

Con Vittorio de Sica en el rodaje de Il generale Della Rovere (1959) / Archivio Farabola

«Hoy los hombres quieren ser libres de creer una verdad que les ha sido impuesta; ya no hay hombres que busquen su propia verdad y esto me parece extraordinariamente paradójico. Basta con decirle a un hombre, con el dedo tendido hasta su nariz: «esto es la verdad», para que se sienta perfectamente feliz, os crea, os siga y sea incapaz de hacer algo para creer en dicha verdad. Nunca hará el más mínimo esfuerzo para descubrirla. En el transcurso de la Historia siempre ha sido así: el mundo ha progresado mucho cuando ha disfrutado de la verdadera libertad. Esta libertad ha aparecido en la Historia en muy pocas ocasiones y, en cambio, siempre se ha hablado de ella».

Cahiers du cinéma (julio 1954)

«Si los hombres del cine tuviesen como principal objetivo situar a los espectadores ante los problemas importantes, el cine sería realmente útil; pero actualmente se le concede, como único objetivo, la simple función de entretener y el cine no sabe qué proponer. De hecho, a veces propone algo, pero lo que ofrece son siempre sucedáneos de humanidad, y los hombres se identifican con estos sucedáneos en lugar de identificarse con las realidades que acaban condicionadas por las abstracciones. Este hecho constituye un auténtico crimen contra la humanidad, algo que se perpetúa diariamente. Es preciso volver a la dialéctica capital: el trabajo como fin del tiempo libre y no el tiempo libre como fin del trabajo».

Cahiers du cinéma (julio 1962)

«Yo rechazo la educación. La educación lleva consigo la idea de conducir, dirigir y condicionar, y yo creo que debemos ir de una forma mucho más libre, a la búsqueda de la verdad. Lo importante es informar, lo importante es instruir, pero educar no es importante. Es verdad que debe darse una determinada educación, sí, pero libremente, cuando la información sea amplia y completa».

Cahiers du cinéma (julio 1962)

«Ningún film, ni ninguna obra literaria aborda los temas concretos que preocupan a la humanidad actual, ya que no se ha encontrado un sentido dramático nuevo. Por ello, considero necesario examinar, otra vez, cada cosa desde sus orígenes, actuar —en definitiva— como el maestro de escuela elemental que intenta explicar, del modo más sencillo y lineal, los grandes acontecimientos de la naturaleza y de la historia».

Filmcritica (marzo 1963)

«Nuestra meta como hombres es conseguir un mundo mejor. Para llegar hasta él, debemos procurar que los elementos que componen el mundo, es decir, nosotros mismos, sean mejores. Esto sólo se podrá conseguir si los hombres aprenden a pensar».

Utopia, autopsia (1974)

«Mientras, nos sentimos confusos, arrastrados por las ilusiones, alienados como nunca nos habíamos sentido. El mal que nos aflige es quizá el peor de cuantos conocimos hasta ahora: la semicultura con la cual todos los medios de comunicación nos bombardean ahora a todos nosotros. La semicultura es peor que la ignorancia porque nos engaña. Su engaño hace posible tenernos atados de pies y manos, subyugados por quimeras. La semicultura, en efecto, es la ilusión de saber».

Un espíritu libre no se puede aprender como esclavo (1979)

«Los medios de comunicación promueven la ignorancia a base de simplificaciones reductoras y esquemas prefijados. No cubren más que una ínfima parte del saber; se contentan con suministrar a la dialéctica mental todo lo que es necesario para el consumo cotidiano, ignorando el resto… Lejos de desarrollar el conocimiento, los medios de comunicación subyugan a su público a un estado de no relación con la realidad».

Fragments d’une autobiographie (1987)

Cit. Ángel Quintana, Roberto Rossellini, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 23-35.

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La obra de arte /// Carl Th. Dreyer (1964)

Existe entre la obra de arte y el hombre tal semejanza que del mismo modo que se habla del alma del hombre podemos hablar también del alma y de la personalidad de una obra de arte.

El alma se manifiesta a través del estilo que, siendo el catalizador de la inspiración poética del artista, refleja la manera con que éste expresa la materia que trata. El estilo es indispensable para fijar la inspiración en una forma artística. Por medio del estilo el artista fusiona y armoniza los diversos elementos, dándoles una unidad, al mismo tiempo que logra que los demás veamos el argumento como lo ven sus propios ojos.

El estilo es inseparable de la obra de arte acabada. La penetra, la invade y, sin embargo, permanece en cada momento invisible como algo que no se deja comprobar.

Cada obra de arte se debe primordialmente al esfuerzo de un solo individuo. Pero una película se realiza por un grupo de individuos, una colectividad que no es capaz de crear arte a menos que reciba el impulso de una personalidad artística.

El primer impulso creativo para una película viene del autor cuya obra sirve de base. Pero, a partir del momento en que aparece este fundamento poético, corresponde al director cinematográfico crear el estilo de la película. Los numerosos detalles artísticos se deben exclusivamente a una iniciativa suya. Sólo sus sentimientos, sus estados de ánimo deben colorear la película y despertar análogos sentimientos y estados de ánimo en el espectador. A través del estilo presta a su obra el alma que la transforma en arte. Al director corresponde, pues, dar a la película un rostro, es decir, el suyo propio.

Pero precisamente porque éstas son las condiciones, nuestra responsabilidad como directores es tan grande. A nosotros nos incumbe elevar la película del nivel de la mera industria al artístico y esto significa que debemos acercarnos seriamente a nuestro trabajo. Debemos siempre perseguir un fin en el que creamos sin miedo al riesgo y no ir por el camino más llano. Si, de verdad, es nuestro deseo ver progresar el cine, debemos intentar crear películas impregnadas tanto por el estilo como por la personalidad. Sólo por este procedimiento podremos esperar una renovación.

Cit. Carl Theodor Dreyer, Juana de Arco / Dies Irae, trad. Ebbe Traberg, Madrid, Alianza, 1970, pp. 237-238.

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Salvemos archivos y bibliotecas /// Massimo Firpo (2020)

El Covid-19 se propaga y la pandemia parece adquirir un ritmo más veloz a medida que se extiende por Asia, África, las Américas, gracias también a la activa colaboración de líderes políticos irresponsables. Arrastra personas, grupos sociales, lugares, naciones enteras, como la guadaña mortal de las antiguas imágenes medievales. Arrastra también las cosas, que manos infectadas pueden contaminar, aunque muchos científicos sostengan que el virus depositado sobre un objeto tiene una vida brevísima. Según algunos, se extendería también a los libros y los manuscritos que, en base a disposiciones ministeriales, después de haber sido consultados en archivos y bibliotecas, deberían ponerse, también ellos, en cuarentena sin ser tocados por nadie durante quince días. No me corresponde a mí decir si esto tiene sentido, pero observo que si estas mismas disposiciones análogas se aplicaran a todas las cosas, la vida económica y social se paralizaría, con la necesidad de poner en cuarentena las máquinas de café o el attrezzo industrial, las monedas y los billetes, los taxis y el metro, las hortalizas y los parquímetros, y quien tenga más que ponga.

Una pequeña y secundaria cuestión, se dirá. Claro, si no fuera porque una disposición como esta se acompaña de otras que, sencillamente, han paralizado archivos y bibliotecas, agonizantes ya por los continuos y severos recortes en los recursos y el personal que se han producido en los últimos años: esta falta de asumir responsabilidades hace que los agentes y los encargados de entregar libros o carpetas a menudo sean ancianos y, por tanto, los primeros en llevar a cabo un trabajo a distancia que, entre otras cosas, no pueden desempeñar. Las salas de consulta están cerradas porque los volúmenes de libre acceso que hay sobre las estanterías se han convertido en potenciales portadores del virus: depósitos enteros de libros y documentos de archivo son inaccesibles; los horarios, reducidos o reducidísimos. En realidad, el mazazo del coronavirus sólo es el último de los golpes al sistema cultural de nuestro país, que se suma a los ya asestados con una ligereza imperdonable por gobiernos italianos de todo pelaje. Basta con pensar en la universidad, sobre la que, a partir de la reforma devastadora de Luigi Berlinguer, se han encarnizado algunos ministros de diversa proveniencia política, se han acumulado recortes sin fin alguno, se han favorecido instancias corporativas y los localismos más malvados, cada cosa en la red se ha embridado con una burocracia tan costosa como inútil, y se ha sancionado regularmente la investigación de calidad hasta llegar al dramático abandono de hoy. Después se sorprenden y se lamentan de que los así llamados «cerebros» escapen rápido de este país.

Así es en la escuela, también ella objeto de continuos cuidados por ministros deseosos de consensos demagógicos, partidarios de una «buena escuela» a la cual nunca han sabido asignar funciones y contenidos, después de haberla entregado hace años al nefasto cuidado de una pedagogía insensata, sólo capaz de inventar nuevas formulitas sobre el portfolio del conocimiento, sobre el Bes [necesidades educativas especiales: bisogni educativi speciali], para no confundir con el Dsa [problemas específicos del aprendizaje: disturbi specifici dell’apprendimento], sobre planes de la oferta formativa (Pof) después convertidos en Ptof [planes trienales de la oferta formativa: piani triennali dell’offerta formativa], para llegar al Pon [programa operativo nacional: programma operativo nazionale], baremos de valoración de competencias (atención: no conocimientos) transversales o disciplinares y todo eso. Con el único resultado de haber humillado a los mejores docentes y entregado la didáctica y su valoración a la ingerencia de unos padres convencidos de que la escuela debe estar a su servicio y al de sus pequeños hiperprotegidos, aunque sumarios y vaguetes, garantizando así a todos, o casi, el conocido éxito formativo, lo que equivale a decir un decadente mix de promoción y mediocridad.

Naturalmente, violentarse con la cultura es fácil: no da dinero, no rinde y además cuesta. Se puede conseguir dinero con los conocidos eventos que tanto lucen, grandes exposiciones, festivales, etcétera, pero la administración normal se lo ha ahorrado recortando hasta el hueso (y también más allá) los recursos de archivos, bibliotecas, museos, conservadores, olvidando que la cultura es en sí una gran fuente, aunque no produce ingresos en caja a corto plazo en cuanto que es un enorme patrimonio inmaterial del país. No se gasta una palabra sobre la investigación científica, la que más dificultades tiene para movilizar inversiones privadas, o sobre la cualificación profesional de los médicos o el personal clínico, abogados y magistrados que forman parte del tejido civil de un país. Pero también las así llamadas humanities, como repiten desde hace años los estudios específicos, tienen un papel fundamental en la construcción de una clase dirigente a la altura de sus cometidos, como demuestra cada día la ineptitud de una política demagógica, veleidosa, grosera, enemiga jurada del saber y de las competencias (las tan vituperadas élites); y lo tienen también porque de ellas nace un espíritu de ciudadanía consciente, el sentido de pertenencia a la civilización europea y los honores que esto representa, la capacidad de afrontar problemas complejos, o la de defenderse del imperio de una comunicación agresiva y falsificadora, o para preservar una cultura de la razón que no se deje sumergir por otra anómica y obtusa de las emociones, o para mantener la libertad de juicio crítico y la capacidad de aprender. Resulta obvio que hoy la moda, el diseño, el buen gusto unánimemente reconocido y la fama en el mundo del made in Italy descienden directamente de aquel patrimonio cultural inmaterial que produce trabajo y riqueza. Hay un hilo rojo, al fin y al cabo, que une el Renacimiento italiano (y no sólo) a los grandes estilistas y arquitectos de nuestro país, y es el mismo que empuja a millones de personas a venir a Italia para admirar ese patrimonio cultural sedimentado en los siglos y a gastarse un montón de dinero comprando bolsos de Gucci o Prada.

En todo ello, por raro que parezca, archivos y bibliotecas tienen una función decisiva. De hecho es a los archivos a los que se confía la memoria histórica de un país, sin los cuales la memoria se habría perdido, y por eso sería un delito transformarlos en sedes donde trasladar a esos estudiantes que en septiembre no podrán estar en las estrechas aulas de sus escuelas. En las bibliotecas se conservan antiguos manuscritos, estampas, libros preciosos para quien estudia literatura, arte, historia, filosofía, antropología, etcétera; por su constante actualización se puede medir la capacidad de un país para estar al corriente de cuanto se piensa, se escribe o se estudia en el resto del mundo, de caminar a su paso, de aprender los conocimientos y de confrontarlos e integrarlos con los propios. Si las universidades americanas se sitúan a la vanguardia de la investigación es porque sus bibliotecas están actualizadísimas. En Italia, hasta finales del siglo pasado, archivos y bibliotecas estaban repletos de estudiantes que preparaban sus tesis, por lo demás, devaluadas en los últimos treinta años; hoy no tienen los instrumentos mínimos para poder trabajar.

Si el país debe recomenzar es también, y quizá sobre todo, por aquellos que hoy necesitan comenzar, con un programa que asuma responsabilidades y que acabe por fin con el empobrecimiento del personal y solucione el temible vacío creando de forma orgánica. Si desde la investigación es de donde pueden nacer nuevos estímulos que fomenten la recuperación, es en los lugares de investigación donde hay que invertir para ponerlos en el centro de un programa que permita, si no la reactivación, sí al menos la supervivencia. En juego está la misma civilización italiana.

Massimo Firpo

Página de Il Sole 24ore, donde apareció originalmente el artículo (domingo, 2 de agosto)